lunes, 25 de noviembre de 2013

Lo que aprendí jugando Lego con mi hijo



Mi hijo es lo que popularmente podríamos llamar un "nerdie"; le gusta hacer la tarea, a sus escasos 5 años ya sabe leer y escribir decentemente bien, y sabe identificar un montón de dinosaurios por su nombre. En otras palabras, un "geek"; mas o menos, como su padre.

Afortunadamente, en nuestros días, los "geeks" ya no son los patitos feos de la parvada; basta con citar las historias de Bill Gates y Steve Jobs, entre otros reconocidos "geeks", para saldar el tema. No dudo que en las escuelas sigan siendo víctimas del "bullying" (yo lo fui, después de todo), pero en la edad adulta su estatus social ha cambiado.

Pero hoy no estoy aquí para derramar orgullo paternal por mi primogénito, aunque bien podría. Hoy quiero relatarles las enseñanzas que aprendí de un niño al que le gusta jugar con Lego.

Me inclino a pensar que la mayoría conoce el Lego, o alguna de sus variantes. Son bloques de diferentes tamaños y colores que son utilizados para formar todo tipo de figuras. No existe límite; literalmente, se puede armar lo que sea con bloques de Lego.

Un buen sábado por la mañana, mi hijo cordialmente me levantó de la cama a las 7:00 hrs, y rápidamente me guió a su cuarto para vaciar su caja de Lego sobre el piso, y empezar a armar. Me llamó la atención que, después de un rato, mi pequeño levantó una especie de torre sentada sobre una base con ruedas. Di un vistazo rápido a la estructura, y como era de esperarse, casi inmediatamente se derrumbó. Mi crío no es la persona más paciente del planeta, y rápidamente entró en desesperación de su falta de habilidad para la construcción. Hice mi mejor esfuerzo en explicarle que la torre era demasiado alta, y que la base de ruedas demasiado pequeña; el derrumbe era predecible e inevitable. Lo que necesitaba era una base más larga y sólida, y una torre menos alta.

Vino un segundo intento, y mejoró considerablemente el diseño, aunque nuevamente se derrumbó. La frustración de mi pequeño no se hizo esperar, y nos acercamos peligrosamente al temible berrinche, pero afortunadamente se detuvo antes. Reflexioné sobre el problema, y le pregunté qué quería construir; me respondió que no sabía, pero estaba colocando una torre sobre ruedas. Le sugerí que pensara en algo más concreto, que él conociera bien y pudiera visualizar cómo quería que fuera la figura al final.

Estuvimos un rato armando figuras, pero al final me dio una gran satisfacción ver su creación final: un robot (ver foto). Bien diseñado y estructuralmente estable. Evidentemente estoy sesgado por ser el padre, pero en mi opinión fue todo un logro para un niño de 5 años.

¿Porqué este post? ¿Qué aprendí de todo esto, y qué pueden aprender ustedes también?

Yo me quedé con 2 lecciones:

1. Lo más importante es la base
Las primeras construcciones no sobrevivieron porque su base no era sólida. Si no tenemos fundamentos bien estructurados y diseñados para soportar lo que construyamos encima, todo se derrumba. La esencia de nuestra profesión médica es conocimiento; todo se deriva de ahí. Si no tienes un conocimiento sólido, va a ser muy difícil atender pacientes, y construir una práctica a partir de ahí. Y el conocimiento lo tienes que complementar con la experiencia; juntos son los que hacen a los grandes clínicos. Trabaja siempre en tu conocimiento básico, y no seas soberbio; no sabes todo, y siempre habrá alguien que sabe más que tú. Lo importante es que sepas lo suficiente para tomar la mejor decisión clínica en favor de tu paciente.

2. Debes tener una visión de qué quieres construir y a dónde quieres llegar
Construir sin rumbo no tiene sentido. Tienes que tener una idea clara de qué es lo que quieres lograr, aunque no tengas tan claro como llegar hasta ahí. El camino te irá enseñando cómo llegar a tu objetivo; pero si no sabes a dónde quieres llegar, y todavía más importante, porqué quieres llegar ahí, muy difícilmente construirás lo que quieres.

Puedes tener muchas visiones para tu práctica médica, sea o no dentro de la clínica. Lo importante es que tengas bases sólidas sobre las cuales empezar a construir, y una visión clara de a dónde quieres llegar. Aunque esto pudiera parecer obvio, pregúntate esto, sea en la situación que estés:

Si estás en la residencia, ¿qué vas a hacer una vez que termines? ¿Poner consultorio? ¿Buscar ser médico de base? ¿En dónde? ¿Qué necesitas para lograrlo?
Si estás estudiando Medicina, ¿cómo vas a estudiar para mejorar tus probabilidades de pasar el ENARM? ¿Qué vas a hacer si no lo pasas? ¿Has pensado en poner tu consultorio y practicar Medicina General?
Si eres médico especialista, ¿qué sigue en tu carrera? ¿Una sub? ¿Cómo vas a aumentar tu consulta? ¿Qué alternativas tienes para complementar tu ingreso?
Si eres medico general, ¿qué sigue en tu carrera? ¿Una maestría? ¿Cómo vas a mejorar tu práctica? ¿Cómo vas a atraer más pacientes y retener los que ya tienes? ¿Qué opciones tienes y que otras actividades puedes desempeñar?

El camino no es fácil. La competencia, a todos los niveles, es feroz, y el sistema de salud no nos está ayudando. Debes cimentar bases sólidas y una visión clara de tu futuro para prevalecer. Armar Lego es divertido, pero armar una carrera, un consultorio, un negocio, puede no serlo tanto, a menos que vayas preparado. Mentalizado. Tu eres tu empresa, como mencioné en mi pasado post; actúa como tal.

Al final del día, cuando veas construido tu proyecto, sentirás el gran orgullo que sólo un creador, un emprendedor, un innovador, o un niño de 5 años, que todos tienen mucho en común, puede apreciar.



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