lunes, 22 de abril de 2013

El día que abrí mi mente y acepté que no estaba obligado a la Residencia


Cómo dice Jarabe de Palo en alguna canción “Hay dos días en la vida para los que no nací”, bueno -hay un día en la vida para el que sí nací-, fue el día en que rompiendo todos mis paradigmas y fantasmas de la inercia decidí no hacer una carrera clínica y buscar otras opciones factibles para plantear mi desarrollo profesional; todo esto sin dejar de sentirme, vivir y pensar como médico.
Algún día una amiga me dijo “Enrique la vida se encarga de llevarte por caminos insospechados que cuando menos te das cuenta te sumerge en algo que jamás imaginaste”, muy similar a lo que Forest Gump menciona: “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar”, Ahhh! Que sabia fue esa película; pero, ya basta de citas y lleguemos al punto que quería aterrizar.
Un día te das cuenta, que aunque trazaste un camino muy claro y tenías definidas metas y objetivos, que si bien no eran tan apasionantes como otras, era lo que decidiste que tenías que hacer y por el momento tendrías que seguir y finalizar. Cuanta presión social, cuanta carga emocional y descarga de comentarios familiares no tendrías que soportar si de pronto, tú, iluso humanoide futuro ser supremo (Médico) osabas no seguir lo que tú y tu mundo te habían planteado como el paso lógico y subsecuente.  Pero tienes muchas ventajas de ser un ser pensante y racional, una de ellas la más importante, es la asertividad. La mejor decisión que he tomado en mi vida consciente e inconsciente, pasada o futura, coherente o incoherente, moral o amoral; pero al fin una decisión que cambiaría el rumbo de mi vida.
Ahora sí, les cuento un poco el como llegué a esta encrucijada: al entrar a la carrera, YO, joven mozuelo de 18 años soñaba con ser neurocirujano o cirujano plástico, la sofisticación y el renombre que emanaba de esas palabras, per se, era mayúsculo; la emoción que generaba en mi familia, el orgullo que provenía de sus labios cada vez que lo presumían y comentaban con familiares y conocidos me hacía pensar que estaba haciendo lo correcto, inclusive cuando en algún momento me di cuenta que la práctica clínica no me llenaba. El regodeo con esas palabras, la emoción que mi alma percibía por terceros era el único motivador que al dormir me permitía no recriminarme que estuviera fallando a mi persona, a mis anhelos y a mi autorrealización.
Al entrar a la carrera justo vives un mundo surrealista y poco a poco permites que ese contexto te absorba, vives una realidad a cuatro paredes, una realidad de libros de medicina y una realidad abstracta que al final en muchos de los casos te desconecta inclusive del mundo real. La escuela, el hospital se vuelven tus compañeros, tus amigos, la única realidad que podría existir para mí, un médico que por vocación o por convicción decide entregar su alma, vida y corazón a la carrera. Existen momentos en que inclusive crees que mucho de lo que vives al interior es correcto, que muchas de las cuestiones éticas y morales que antes hubieses detestado, hoy, parecen no inmutarte; cambias emocionalmente y generas desapego en muchas ocasiones a lo realmente importante, priorizas y juzgas tu vida mucho, no porque tan feliz eres, sino porque tanto sobajé a mi compañero y yo salí adelante. Sí, no he de negar que me declaré un perdedor del juego, muchas veces también lo hice y viví esa realidad, aceptando tratos infrahumanos y actuando conforme al estereotipo médico de excelencia, competitivo y de alto carácter, sin vacilaciones y sabelotodo. Al final, que te llevas de la vida, ¿eso?, o te llevas los buenos recuerdos, las buenas acciones y el placer máximo de mejorar día a día como persona.
Con esto no quiero decir que los médicos seamos malos, ni creo tampoco que no somos humanos, conocí a las personas más humanas y sinceras dentro de la carrera pero también conocí a los más arrogantes e inhumanos dentro de la misma. Te preguntarás, ¿entonces estas feliz de ser médico o no, crees en el espíritu de vocación para ayudar al prójimo o no? Sí, claro que me siento orgulloso, claro que creo en espíritu de vocación. Pero hoy puedo decir que comprendí que la medicina no esta hecha para todos.
He de decir que puedes pensar que mi camino por la práctica clínica no fue exitoso o seguramente no pase el examen nacional y por ello ahora reviro en contra; pues no, ninguna de las anteriores, sólo, para mi gusto prioricé mis necesidades y anhelos. Orgullosamente puedo presumir que fui uno de los mejores promedios de mi generación me titulé por promedio en una de las mejores universidades de este país, esto justo redujo mi camino por un rumbo definido aún más, pero, ¿qué pasa cuando no es suficiente?, ¿cuando tu no buscabas sólo vivir para eso?; bueno para mí en particular no fue suficiente, ¿criticable? Sí, muchísimo. Pero al final prevalecieron mis ganas de expresar mi futuro y escribirlo a mi manera, permitiéndome explorar mundos distintos, otras fuentes de satisfacción y otros mecanismos de vida distintos.
Este es el inicio de una forma de vida diferente a la clásica (médicamente hablando), que sinceramente no juzgo como mejor o peor, sólo como diferente, pero que me ha dado muchas satisfacciones. La más importante poder estar con mi hijo, disfrutando su risa sin preocuparme por guardias, observando sus primeros pasos y estando ahí para él cuando me necesita y sólo quiere un abrazo de papá.
Mi siguiente Blog versará acerca de los hechos sucedidos para mi cambio de decisión y cómo descubrí mi abanico de opciones no clínicas.

3 comentarios:

  1. Felicidades Enrique!, solo personas con cierta madurez como tu, son capaces de expresarse con palabras sinceras.

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  2. Mil gracias Ileana, de verdad lo que se intenta es que podamos ver que existen más opciones que nos podrían hacer igual de felices!!!!

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  3. De verdad Brother, no te conozco ni comparto del todo lo que dices en el blog, pero si reconozco que me parece muy valiente y admirable tu decision, muchos exitos en tu vida colega...

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